Uno de los
nombres de las doce tribus de Israel es Judá. En Génesis 29:34-35 Lea le había
dado a Jacob tres hijos que fueron Rubén, Simeón y Leví. Al nacer el cuarto
hijo, Lea y Jacob sintieron un gran regocijo. Lea dijo " Esta vez alabaré
al Señor" y llamó a su hijo Judá que significa "alabanza".
En el Pentateuco que son los cinco primeros libros del Antiguo Testamento, Judá Sería el padre de una familia, una tribu y una nación. De Judá vendría el gran Rey David y de él saldría nuestro Señor Jesucristo el Rey de reyes y Señor de señores.
Jacob antes
de fallecer le habló proféticamente a Judá y le dijo: "Mi hijo Judá es
como un cachorro de león que se ha nutrido de la presa. Se tiende al acecho
como león, como leona que nadie se atreve a molestar. El cetro no se apartará
de Judá, ni de entre sus pies el bastón de mando, hasta que llegue el verdadero
Rey, quien merece la verdadera obediencia de los pueblos" (Génesis
49:9-10).
Nuestra
liberación, nuestra defensa, nuestra directiva viene de la
"alabanza". Los que no alaban muchas veces viven en terror del
adversario que "ronda como león rugiente, buscando a quién devorar (I Pedro
5:8). Los verdaderos adoradores viven en la confianza de que el León de la
tribu de Judá prevalecerá sobre todo ataque del diablo. La alabanza es nuestra
defensa más grande contra el acoso de actividad demoníaca en la Iglesia,
familia, trabajo, negocio, proyectos, etc.